No, no es que haya tenido una revelación hoy. Simplemente ofrezco algo de apoyo a aquello que odian Dawkins y sus Brights, para mostrar que acciones extremas causan (re)acciones extremas. Quiero jugar yo también a ese juego radical, ofreciendo un poco de ayuda lingüística a aquellos que sólo tienen teorías ingenuas sobre el lenguaje del Edén.
Estas son las afirmaciones que sobre la lengua adámica y la Torre de Babel muestran los textos, creencias y tradiciones abrahámicos:
- El adámico fue el idioma hablado por Adán y Eva en el Jardín del Edén. El adámico es generalmente identificado con la lengua usada por Dios para comunicarse con Adán, o con el idioma inventado por Adán (Libro del Génesis 2:19).
- El Génesis es ambiguo acerca de si la lengua de Adán fue conservada por sus descendientes hasta la confusión de lenguas (Génesis 11:1-9), o si empezó a evolucionar naturalmente, incluso antes de Babel (Génesis 10:5), en lo que se suele denominar lengua caldea:
- Dante en su De Vulgari Eloquentia sostiene que el lenguaje adámico es de origen divino y, por tanto, inmutable.
- En su Divina Comedia, sin embargo, Dante cambia de opinión en el sentido de que el idioma adámico fue el producto de Adán. Esto tuvo como consecuencia que no podría ser considerada inmutable, por tanto, no puede considerarse al hebreo como idéntico a la lengua del Paraíso…
- También la naturaleza del idioma original sigue siendo controvertida, debido a las múltiples interpretaciones nacionalistas:
- La exégesis tradicional judía Midrash (Génesis Rabbah 38) dice que Adán hablaba antiguo hebreo, o más bien su antepasado lingüístico, el protocananeo, porque los nombres Eva – “Isha” (Libro de Génesis 2:23) y “Chava” ( Génesis 3:20) – sólo tienen sentido en hebreo.
- Los cristianos tradicionales sobre la base de Génesis 10:5 han supuesto que las lenguas jafetitas o indoeuropeas son las descendientes directas de la lengua adámica, después de haberse separado tras la confusión de lenguas, en la que también se vio afectada el hebreo.
- Los primeros padres cristianos primitivos alegaron que Adán hablaba latín para explicar por qué éste se convierte en el lenguaje litúrgico de la Iglesia, aunque “latín” sería una forma de referirse a su antecesor, el protoitálico o el más antiguo indoeuropeo de Europa.
- Los católicos tradicionalistas modernos siguen las revelaciones de Ana Catalina Emmerick (1790), que relacionó como descendientes directos de las lenguas adámicas a bactrio, zend y los idiomas de la India (es decir, las lenguas indoiranias), asociando así la lengua adámica con el entonces reciente concepto de “origen común” de estas lenguas, ahora conocido como protoindoeuropeo:
Dios le dio también una lengua nueva y santa poseída por ninguna otra nación, esto así su raza debería ser cortada de la comunicación con todos los otros. Esta lengua era el hebreo puro, o Caldeo. La primera lengua, la lengua materna, hablada por Adán, Sem, y Noé, era diferente, y es existente ahora sólo en dialectos aislados. Sus primeros vástagos puros son el Zend, la lengua sagrada de India, y la lengua del Bactrians. En aquellas lenguas, las palabras pueden ser encontradas exactamente similares al Alemán Bajo de mi tierra natal.
- Muchos eruditos musulmanes, a raíz de la identificación del hebreo como el idioma adámico por la tradición judía, clasifican éste dentro de la familia de las lenguas semitas (que incluye el lenguaje ge’ez utilizado en el Libro de Enoc), afirmando que el adámico era originalmente pre-árabe – por lo tanto, protosemítico (oriental). La mayoría de ellos no creen que las lenguas semíticas fueran las descendientes directos del idioma adámico (pre-Babel), sino que los derivan de Abraham (post-Babel), en lugar de a Noé o Adán.
- La confusión de lenguas es la fragmentación inicial de los idiomas descrita en el libro del Génesis 11:1-9, como resultado de la construcción de la Torre de Babel.
Y dijo Dios: He aquí el pueblo es uno, y todos éstos tienen un lenguaje: y han comenzado a obrar, y nada les retraerá ahora de lo que han pensando hacer.
Ahora pues, descendamos, y confundamos allí sus lenguas, para que ninguno entienda el habla de su compañero.
Así los esparció Dios desde allí sobre la faz de toda la tierra, y dejaron de edificar la ciudad.
El idioma hablado por Noé y sus descendientes – ya fuera el idioma adámico original (de origen divino o no) o el derivado caldeo – fue dividido por Dios en setenta o setenta y dos dialectos, dependiendo de la tradición. Este pasaje en 11:1
Toda la tierra tenía una sola lengua y las mismas palabras.
ha sido interpretado a veces como en contradicción con Génesis 10:5
Por éstos fueron repartidas las islas de las gentes en sus tierras, cada cual según su lengua, conforme a sus familias en sus naciones.
- Esta cuestión sólo se plantea, sin embargo, en caso de Génesis 10:5 es interpretado como que tiene lugar antes y de forma separada de la historia de la Torre de Babel, en lugar de como una visión general de los acontecimientos descritos en detalle más adelante en Génesis 11.
- También exige que la referencia a que la tierra está “dividida” (Génesis 10:25) se entienda como división de las lenguas, en lugar de una división física de la tierra (como en la formación de los continentes).
Por lo tanto, resumiendo, estos son los hechos conocidos por nosotros a partir de la lingüística comparada, en relación con las creencias de Abraham y de la interpretación y la cronología bíblicas:
- La mayoría de lingüistas – sin ningún vínculo con la religión, sólo basándose en la gramática comparada – han aceptado una u otra forma de superfamilias lingüísticas, desde eurasiático y afroasiático < nostrático < boreano y, en última instancia el protoidioma universal, que equivaldría a este lenguaje común del Génesis que se hablaba antes de que fuera (¿instantáneamente?) “confundido” en distintos idiomas, de ahí el resultado parecido (o incluso peor) obtenido en la reconstrucción de los distintos subgrupos (como indourálico o uraloaltaico) que con un planteamiento más global nostrático o incluso de la protolengua universal.
- La mayoría de los primitivos idiomas atestiguados, reconstruidos o hipotéticos (generalmente aceptados), como el antiguo egipcio; (semitas) acadio, pre-protocananeo; (indoeuropeos) protoindoiranio, indoeuropeo de Europa, protogriego, anatolio común; (urálico) protofinougrio; (sinotibetano) protosinítico; (pre-)protodravídico; etc. se remonta – en función de los hallazgos arqueológicos y las teorías lingüísticas, intrínsecamente inexactas – a ca. 2500 aC.
- Por lo tanto, es extraño que antes de esa fecha todo sea “más difuso” (por así decirlo) en hallazgos lingüísticos y reconstrucciones de antepasados lingüísticos más antiguos – como, por ejemplo, la hipótesis de las laringales (o su resultado fonético en vocales tras su desaparición) del protoindoeuropeo tardío, o la difícil reconstrucción del protosemita, por no hablar de protourálico o protosinotibetano. Éste es el argumento más fuerte para apoyar una inmediata división teórica de un idioma común (caldeo o adámico) en 70 o 72 lenguas derivadas, que conocemos por inscripciones, reconstrucciones o hipótesis, o que desaparecieron sin dejar rastro.
- Sobre su clasificación en “familias” lingüísticas, éstas podrían estar lógicamente relacionados con las familias basadas en la consanguinidad, tal como se describen en la Biblia, pero las identificaciones de estudiosos modernos han oscurecido las posibles relaciones (si es que había) entre superfamilias lingüísticas y los hijos de Noé; así v.g. con la identificación simplista de las lenguas jafetitas (de descendientes de Jafet) con indoeuropeas, de lenguas semitas (descendientes de Sem) con lenguas semíticas. Sin embargo, parece mucho más razonable hoy la identificación tradicional de los hijos de Jafet con los pueblos “europeos” (y por lo tanto con las lenguas eurasiáticas), y de los hijos de Sem con (el antiguo concepto de) gentes “asiáticas” (y por tanto con las lenguas afroasiáticas), dejando a los hijos de Ham con (al menos) las lenguas áustricas y dené-caucasianas (véase un árbol de lenguas boreanas).
- Muchas de las interpretaciones bíblicas sobre la lengua adámica comparten, por lo tanto, errores inherentes a las opiniones culturalmente sesgadas y simplistas de muchos académicos, como la identificación de la lengua original como protosemita por judíos y musulmanes, protoindoeuropeo por muchos cristianos (desde la primera descripción de la protolengua como Japetisk, jafético, por Rasmus Rask), sánscrito o indoiranio (ario) por el hinduismo, etc. Esto dificulta una interpretación más racional de la Biblia y otros textos sagrados a la luz de los resultados académicos más recientes.
En resumen, no podemos saber si el idioma adámico existió, o su naturaleza, ni sabemos si el caldeo (el lenguaje común antes de Babel) era el mismo adámico, o si no, si era global (proto-idioma universal) o local de Oriente Medio (¿nostrático?) según Génesis 10:5. Sin embargo, podemos defender las principales creencias abrahámicas sobre la confusión de lenguas y la Torre de Babel como posibles (la “probabilidad” basada en la extrapolación tiene poco que hacer con la religión e incluso con eventos sociales que sucedieron hace más de 4000 años), y que los descendientes de Noé podrían haber hablado una lengua común hasta los siglos alrededor del 2500 aC:
- 1928 aC o 1996 AM de acuerdo con la cronología judía común;
- 2240 aC según estudiosos cristianos modernos, como Sir Isaac Newton, Johannes Kepler o James Ussher;
- Cerca de 3000 aC de acuerdo con la cronología bíblica inversa – tomando alguna fecha temprana como cierta, y después remontándose en la historia por medio de las cuentas bíblicas.
- No antes de 3000 aC de acuerdo a los datos históricos (hallazgos arqueológicos y arquitectónicos de Ziggurats – PDF);
Todo lo cual no quita cualquier otra posible interpretación del adámico o caldeo por parte de los creacionistas de la Tierra vieja, que suelen tomar las referencias históricas del Génesis como hechos reales (con su interpretación literal) sólo desde la Torre de Babel en adelante, desechando el resto de los datos bíblicos desde el diluvio hacia atrás, y, por tanto, cualquier cronología de los creacionistas de Tierra nueva, calculada con base en las genealogías bíblicas.